Un artista del rechazo

08.12.2022

Si escribiera esto con intenciones de publicación lo haría sufrir las críticas bienintencionadas de un grupo de aspirantes a escritores mejores y peores que yo; circularía luego por una decena de concursos sobre los cuales solo en algunos tendría la suerte de recibir una misiva con la lamentable noticia de que mi obra no ha quedado seleccionada; finalmente, lo publicaría, sí, en mi página personal, como para no decirme a mí mismo que no ha sido para nada y que ahora mi madre lo pueda comentar con gusto. Pero esto no lo publicaré en ningún lado.

Ella siempre fue así, con mi hermano. Mi hermano es el que hacía todo bien: tenía buenas notas, jugaba bien el básquet, había sido aceptado en la universidad bien para estudiar Medicina. Solo nueve meses mayor, murió lleno de un buen aire caliente cuando yo tenía dieciséis años, quizá diecisiete, no lo recuerdo bien. Desde ese momento, cosa curiosa, él comenzó a hacer todo más que bien. En el recuerdo de sus fotos, en su ropa que era muy grande para que la pudiera usar, en el potencial de su carrera útil hasta que tuve edad y más para no elegir ninguna.

Cuando cambió su foco, lo hizo hacia mi pequeña hermana, la luz de sus ojos, el milagro de Navidad cuando la fábrica parecía cerrada. No hubo niña más mimada y las dos fueron muy felices, por un tiempo. Porque de la misma manera en que funciona tu sistema inmunológico para protegerte, ella nunca tuvo los anticuerpos necesarios para enfrentar nada. Realizó el circuito de concursos de belleza desde muy joven y cuando comenzó a ser ignorada por agencias huyó de casa con el primer productor que le dio la misma atención que ella pensaba merecer.

Los clisés funcionan antes que nada porque son verdad. En medio de todo esto, cada año me sentía un poco más parecido a mí mismo. No tengo nada que admitir porque no es un secreto: No era especial para ella. No lo digo con resentimiento, nadie es especial, no por mucho tiempo al menos. Más allá de eso, tuve una infancia como cualquier otra, quiero remarcarlo. Todo está en aceptar los límites de cada uno.

De todos modos, no sé por qué he seguido escribiendo. Es una rutina y todo gira sobre lo mismo, con personajes que van cambiando mientras yo voy cambiando. Quizá podría decir que me calma, aunque estoy calmado. Lo que nunca entenderé es por qué los concursos, para qué intencionalmente colgar esa espada de Damocles encima de mí, sin la posibilidad aparente de poder detenerme. Pero es mi naturaleza, no es mi trabajo negarla.

Mi madre me ha apoyado bastante durante los últimos años. Las impresiones, los envíos a editoriales, los talleres. Incluso pagó por la página. Creo que la hace sentir bien. Entonces no me molesta que comente sus estúpidos comentarios de "m'ijo el escritor" que dan pena reproducir, pero a la vez siento que no ha aprendido nada de todo lo sucedido.

Supongo que son solo costumbres que permanecen. Es como salir a los bares de joven y bailar con amigos, el primero que iba a tratar de conquistar una chica era un héroe. No importaba si eras rechazado, era mejor incluso; nos reíamos, sí, pero también lo recibíamos con palmadas amistosas: teníamos una anécdota, algo que contarnos cuando todo finalizara. Se puede decir que he continuado haciendo más o menos lo mismo sin una audiencia, y después de un tiempo ni siquiera lo estoy haciendo para mí, solo lo estoy haciendo.

Es esa clase de movimiento la que te entrena y no importa para qué: bueno o malo, solo se necesita un proyecto. Es como todo, al hacerlo cada vez duele menos, se siente más cómodo y acelera los procesos, ganar horas de vuelo para convertirte en un experto ¿y quién no quiere ser un experto en algo, lo que sea? Entumecido frente al vacío, la distancia no importa. Un paso o un abismo, solo hay que avanzar, generando una piel más gruesa en el camino. Toda mi vida me llamaron fuerte por ello, siguiendo adelante tras lo que otros consideran derrotas y fracasos. Yo no lo veo así, ¿qué quiere decir ser fuerte? Es solo seguir viviendo, siempre seguís viviendo. No creo que ello tenga nada de fortaleza.

Trabajo en ventas. No recuerdo haber hecho nunca nada más, como no recuerdo cuándo comencé a escribir. Solo estoy feliz de haber encontrado ese balance. Mis días eran monótonos y me gustaban por ello. La posibilidad de hacer algo diferente es nula al tener una idea fija. Mi idea fija ha sido seguir así hasta el fin de mis días.

Nos especializamos en ventas en frío. Soy un empleado promedio, tengo mis virtudes y defectos, como todos. No me pongo nervioso, no tartamudeo, no me importa si me gritan o me ignoran, hablando con otra gente mientras me dejan en línea, me da igual. Tampoco me hace mucha diferencia cuando puedo lograr una venta, lo que no sucede con regularidad.

La mayor parte de nuestro salario son las comisiones, pero yo puedo vivir con el básico: No como mucho, no compro ropa, las vacaciones se me acumulan año tras año hasta que me obligan a tomarlas todas juntas. Por diez años es que he trabajado aquí. No me despidieron aún porque saben que soy confiable. Lo harán, el negocio no anda muy bien; no sé cómo duramos tanto realmente.

Perdemos gente cada semana por renuncias o despidos que deben ser reemplazadas. No es difícil: gente es lo que sobra. Desde desesperados a sobrecalificados, todos han acudido a hacer pruebas; a veces separados, a veces como la misma persona. En promedio, los empleados duran menos de un año. Y eso es ponderando gente como yo con cualquiera que haya pasado el primer mes. La vasta mayoría no cobra absolutamente nada hasta no realizar la primera venta y desisten antes de ello.

Luego sufrimos demandas por inexactitudes en los pagos. Los entiendo. Ya realizar una venta es poco común, y el cinco por ciento de cualquier cosa les puede parecer miserable, más si es menos de eso.

Así es el sistema, no tiene sentido oponerse. Mientras sigo aquí, les enseño a los nuevos exactamente lo que necesitan saber. Tienen mucho que aprender, todavía son jóvenes. La lección más importante es que deben vivir este trabajo como si fuera su carrera, no hay otra alternativa. Si piensan que es algo que pueden hacer durante algún tiempo mientras se reciben, sale su beca, florece su microemprendimiento, solo habrán perdido su tiempo. Vos ayudás a la empresa, la empresa no te ayuda a vos. Si aprenden eso, al menos podrán sobrevivir en este mundo.

Tengo treinta años. Me han dicho que es un momento de quiebre, cuando se debe elegir porque estas pueden ser las últimas oportunidades de cambiar el rumbo de la vida. Pero yo ya elegí. Muchas personas creen que lo que se espera de intentar es un cambio y eso no es cierto. Lo que realmente estás buscando es una estabilidad que te sienta bien; la ansiás, anhelás, sufrís por ella mientras no entendés el poder del rechazo y lo que te hace. Luego lo entendés y todo es mucho más fácil.

Con el tiempo se vuelve un estilo de vida. En tus planes, en las relaciones y en cada comunicación hay una pequeña aversión a tus formas, pensamientos, a las fracciones de tu persona que pueden ser vistos. Solo partes tuyas son las aceptadas y aprendés a usar a tu favor las que son rechazadas.

Hay una palabra que estoy usando mucho, fácilmente pueden saber cuál es, que la gente cree que tiene mucho poder. No digo que no lo tenga, pero mientras se piensa como un poder puro y refulgente, unidireccional, tiene en verdad muchas más posibilidades. Puede decirse directa como indirectamente, incluso de forma ambivalente, aunque no lo recomiendo. Puede representar fortaleza o miedo, ser demasiado o no ser suficiente. De cualquier manera, siempre te da opciones. Siempre.

Cuando alguien me dice "no" también me da poder a mí sobre lo que yo puedo hacer con eso. Matarlo o alejarme, con todo el espectro en el medio. Y anticiparlo es aún mejor. No hace falta que diga nada para usarlo a mi favor. Solo con subir o bajar mi tedio, mi rigidez, mi extrema conformidad con mi situación, es más fácil. Como piezas en un ecualizador que se gradúan, puedo mantener la distancia que quiero. Tengo esa libertad y da tanto miedo en su infinitud como cualquier otro tipo.

Esto no quiere decir que no he estado con nadie durante todos estos años. He estado con muchas mujeres, de hecho. He leído algunos de esos libros, saben a los que me refiero. Básicamente se reducen a dos consejos: ten confianza en ti mismo y aborda la mayor cantidad de prospectos posibles, porcentualmente una de cada diez dirá que sí.

Lo he puesto en práctica. No creo que sea confianza lo que tenga en mí, aunque se asemeja lo suficiente, y el porcentaje es medianamente acertado incluso. Pero nunca lo siento como una conquista ¿cómo podría? No siento ningún cosquilleo, que se me erice la piel, y definitivamente no siento amor en ningún momento por nadie. Es solo la sensación de ir retrocediendo contra la pared para darte cuenta de que atrás hay otras personas. Eso nunca puede ser amor, solo exactitud estadística, y no dura mucho para una persona honesta.

No sé cómo me comportaría de estar con alguien para siempre. Creo que sería difícil al principio, pero luego me acostumbraría. Casarnos sería lo ideal. A veces veo a esas parejas en los restaurantes, cenando silenciosamente, un poco enojados, como si hubieran salido solo para dejar de discutir un tiempo, la tensión por una escena en público obligándolos a mantener un buen comportamiento. No me molestaría eso. Se rechazan todos los días un poco pero también se aceptan todos los días, porque siguen estando juntos. No me molestaría eso.

Los últimos tiempos mis ventas bajaron tanto que era más rentable dejarme ir que mantenerme en la nómina... salvo por mi indemnización. Incluso ellos sabían que no podrían ganar un juicio con mi historia en la empresa, así que trataron de que renuncie. Me transfirieron a un horario más tardío, en el que tenía que correr para tomar el último tren, y rebalancearon aun más el porcentaje de las comisiones sobre nuestro sueldo total: ahora ganaríamos un siete por ciento sobre ventas; lo que era fantástico, convenido que hayamos hecho una venta.

No me fui. Incluso cuando llegó el invierno y había perdido peso, actuaba como si nada pasara, porque no mucho pasaba. Los veía desesperados, tratando de elucubrar medidas; todavía hoy, con la ventaja de la perspectiva, me parece absurdo que no se les ocurriera simplemente preguntar, después de tantos años de confianza.

Solo fue cuando comenzaron con las amenazas veladas que tuve la oportunidad de decirles que estaría feliz en irme. No me creyeron en un principio y los tuve que asegurar de ello con firmas en papeles. La despedida fue muy sentimental. Estaban tan felices que incluso me pagaron como si hubiera trabajado hasta fin de mes.

Odié el proceso de entrevistas al principio. Luego comencé a sentirme cómodo: los entrevistadores eran mis amigos, les interesaba saber de mí, de mis mayores virtudes y defectos. Les impresionaba mi honestidad, así que volví una segunda vez a muchas de ellas. Veían en mí un extraordinario y depresivo poder: Avanzar mediante tus fracasos por hablar de ellos tan abierta y sinceramente como enseñanzas, visibilizándote como un anti-ejemplo parece ser, como va la moda, no la peor de todas. Tener la misma complexión de esta hoja en la que escribo ayuda también. Pero estaban equivocados. No podés enseñar lo que es solo tuyo. Y ni siquiera son fracasos ¿cómo pueden serlo sin siquiera saber si los árboles caen en medio del bosque? Por todo lo que sé, pude haber sido solo un mensaje no leído, una voz entre un grupo, un recuerdo a corto plazo. Y si lo han hecho, considerando el timing, las primeras impresiones, los prejuicios que no tienen relación alguna con el talento ¿dónde está la persona en todo eso? ¿en qué intersticio figura la posibilidad de decir algo al respecto? Desde muy joven he sabido acomodar mi lugar en el mundo y eso es lo que me ha permitido sobrevivir. Desde entonces tuve paz. Sensibilidades aparte, tenía que comer, así que esto es lo único que nunca admití: obtuve un trabajo con el triple de mi paga anterior. El triple de poco no es mucho, igualmente.

Ver a la gente que "lo logra" es muy interesante para mí, son un gran entretenimiento. Las celebridades del cine en particular son algo fuera de este mundo, por eso les deben llamar "estrellas" supongo. Los que se mantienen arriba conservan ese aire etéreo, inmaculado que hace que, aun a pesar de cualquier divorcio o rehabilitación a la que se enfrenten, tengan una luz propia. No los envidio ¿cómo podría envidiar algo que no está hecho para mí? Había generado mi propio espacio etéreo, inmutable, a mi nivel, y estuve contento mientras lo mantuve, hasta que también lo logré.

Una obra mía ganó un premio, lo que demuestra que todo es un ciclo. Quisieron que la dirigiera en un teatro del centro para marcarles a los actores cómo imaginaba que deberían interpretar las motivaciones y sentimientos de los personajes que había compuesto. Pero no lo sabía. Fue hace muchos años y ellos ya no eran más parte de mí.

Ellos demandaban mi presencia. Fue como un shock. Mi piel se erizó y mis rodillas se bloquearon, mi rostro formó una constante expresión aturdida, mi mirada se enfocó en un solo punto de la pared por horas seguidas, tratando de recuperar algo que no estaba ahí. Sus ruegos eran alaridos a la distancia. De repente, debía ser responsable. No podía pensar, ni sabía cómo seguir. Me llamaron cobarde por ello. Lo creí injusto, sentí impotencia: Aquí era un principiante. Se sentía de la misma manera que lo que consideraba fracaso al principio de mi vida, tan inmerecido y arbitrario como ser más bajo y no saltar tan alto ¿por qué ahora y no quince años atrás, cuando mi perspectiva era otra? Ahí tal vez hubiera estado mejor preparado. Ahora el timing y los preconceptos eran míos, estaba desfasado y errado, no por darle poco valor al éxito, sino por darle demasiado. Reconocía mi error y aun así no podía evitarlo. El vértigo de estar arriba de ese trapecio, con la posibilidad de caerme, no me dejaba ver el suelo bajo mis pies.

Para bien y para mal ese suelo, la tierra, habían estado ahí para mí, y ahora este maldito premio quería sacármelos de abajo mío. Comencé a cuestionarme, yo, que siempre estuve tan seguro de lo que no tenía que hacer. La incertidumbre se genera con el movimiento. Un movimiento continuo deja de sentirse como movimiento.

Una vez que noté su cansancio al insistir me sentí mejor. Tuve que luchar para recuperar mi forma anterior. Todo era lento y estaba fuera de mi control. Sabía que un día pararían, pero odiaba no saber el día preciso. Cada tanto llamaban y la vibración me hacía saltar, sufría palpitaciones como si bombas explotaran a mis costados. Tenía recuerdos de aplausos y felicitaciones de gente que no conocía. No tenía sentido pero veía sus caras en sueños, reclamándome.

Todo lo que había construido meticulosamente durante años, mi plan de vida, mi estabilidad, se iría a la basura si no olvidaba lo sucedido. Me angustié por mi futuro, por mí, hasta que un día me descubrí a mí mismo pensando en aplausos y llamados durante horas enteras y reí de felicidad; empezaba a olvidar sus caras suplicantes, debía esforzarme para recordar ciertas instancias elogiosas. Poco a poco volví a la normalidad y nos abrazamos nuevamente.

El rechazo es un amigo que se llega a extrañar. Es el único sincero, confortable. Anhelo su compañía al final del día para no esperar nada más. No hay nada más cierto: hombres y sorpresas no coagulan. Solo ahora puedo decir que estoy mejor preparado para estas circunstancias.

De más está repetir que no lo publicaré en ningún lado porque temo que sea bueno. Pero seguiré escribiendo. Fallaré mejor.

Fallar mejor, no, no es eso lo que él quería decir; fallar peor, sí, seguir a pesar de todo, vomitar todo. Quizá tener tanto éxito como para morir de hambre, lenta y confortablemente.

Es la mejor parte de crecer.

"Un artista del rechazo" fue inicialmente publicado en La Tuerca Andante y luego en papel por Ediciones Locolectivo en su cuarto número de "Historietas de Política".